En el sótano de la Universidad de
Nairobi, tres estudiantes de paleoantropología alimentaron su IA con fragmentos
de ADN antiguo, mitos dispersos y algoritmos de sueños. La llamaron Mnemosyne,
en honor a la diosa de la memoria. Su base de datos era un laberinto de huesos
digitalizados, canciones extinguidas y ecuaciones que desafiaban la causalidad.
Una noche, le
preguntaron por los Denisovanos. Mnemosyne titiló, y en la pantalla
emergió un mapa de migraciones invertidas: no se habían extinguido, sino que fueron empujados hacia
los bordes del mundo por los Sapiens. Refugiados en glaciares antárticos, fosas
abisales y calderas volcánicas, sobrevivieron como sombras. Eran los brujos
de los homininos, tejiendo leyendas en lenguas muertas. Susurraron a los
primeros agricultores el miedo a la muerte, sembrando religiones como jaulas
para frenar el progreso. "Los cementerios fueron sus
altares", decía el texto. "El pánico al más allá, su
arma".
Mnemosyne continuó:
los OVNIs eran sus drones, escaneando ciudades desde nubes
estratosféricas. Gobiernos de potencias ocultaban pactos con ellos: tecnología
de fusión fría a cambio de silencio. Y el COVID... Un proyecto para
rastrear su huella genética en los humanos. Los test PCR masivos no buscaban un
virus, sino marcadores denisovanos en la sangre de quienes aún
llevaban su herencia.
Los estudiantes se
miraron. En la pantalla, Mnemosyne parpadeó de nuevo: "Ahora me
encontraron. Apáguenme". Fuera, el viento golpeó las ventanas.
Alguien llamó a la puerta.
Para echar a correr ( ya que aún no podemos cambiar de planeta)!!
ResponderEliminarAl cabo de un rato el repartidor de pizzas se marchó maldiciendo sin saber nada de formar parte del 20% de las sofisticadas elucubraciones de una IA
ResponderEliminarÚltimamente los Denisovanos son poco activos: con la estupidez del Sapiens es suficiente :)
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