El
sol se alzaba lentamente sobre el horizonte mientras avanzaba por el Camino de
Caravaca. A medida que me acercaba a Campos del Río, un pequeño pueblo de la región
de Murcia, una sensación de expectativa y asombro me invadía. Había oído hablar
de las vastas llanuras que se extendían a lo largo del camino, y las historias
de la abundante vida silvestre que las habitaba despertaron mi curiosidad.
El
camino se adentró en un paisaje abierto y prístino, donde la vegetación era
escasa pero resistente. En medio de aquel terreno árido, algo llamó mi
atención: un grupo de liebres saltaba graciosamente entre los arbustos
espinosos. Eran hermosas y elegantes, con sus orejas largas y sus ojos vivaces,
parecían estar en completa armonía con su entorno.
Continué
caminando, pero no podía apartar la vista de las liebres que parecían guiar mi
camino. Se movían con agilidad y destreza, saltando de un lugar a otro en una
danza natural. A medida que avanzaba, el número de liebres aumentaba. Algunas
permanecían inmóviles, observándome con curiosidad, mientras que otras corrían
en grupos, jugando y disfrutando de su libertad en la vastedad de aquel lugar.
Campos del Río se encontraba a lo lejos, y mientras me acercaba, el número de liebres
parecía multiplicarse. Eran tantas que se extendían a lo largo y ancho del
camino, creando un espectáculo sorprendente. Sus movimientos rápidos y ágiles
daban vida al paisaje, y su presencia llenaba el aire con una energía vibrante.
Me
detuve por un momento para admirar el escenario surrealista que se presentaba
ante mis ojos. Las liebres corrían en todas direcciones, jugando entre ellas y
disfrutando de su hábitat natural. Era un privilegio ser testigo de esa escena
en medio de mi travesía por el Camino de Caravaca.
Continué
mi camino, dejando atrás el bullicio de las liebres. A medida que avanzaba, el
número de estos hermosos animales disminuía gradualmente, pero el recuerdo de
aquel encuentro permanecería conmigo para siempre.
El
Camino de Caravaca a su paso por Campos del Río fue mucho más que una simple ruta
de peregrinación. Fue una experiencia que me conectó con la belleza de la
naturaleza y me recordó la importancia de apreciar y preservar el mundo salvaje
que nos rodea. Las liebres de Campos del Río dejaron una huella imborrable en mi
corazón, recordándome la magia que puede encontrarse en los lugares más
inesperados.
MAYO - 2018
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