La inteligencia en términos generales se describe
como la capacidad de percibir o inferir información, y retenerla como conocimiento para aplicarlo a comportamientos adaptativos dentro
de un entorno o contexto. Según esta definición todos los animales son
inteligentes en menor o mayor medida.
Nuevos experimentos con abejas revelan que fenómenos similares a la consciencia podrían ser posibles con
cerebros relativamente pequeños. El cerebro de la abeja tiene un millón de
neuronas frente a los más de ochenta mil millones del de los humanos y son
capaces de imaginar cosas y utilizar un lenguaje que permite señalar
ubicaciones precisas.
Pero, ¿qué nos hace diferentes al resto de los
animales? El uso de utensilios ha servido para el desarrollo de la escritura y
así poder transmitir grandes cantidades de información y lograr en poco tiempo,
10.000 años, un potencial tecnológico que nos hace soñar con podernos comunicar
con inteligencias extraterrestres. Los demás seres vivos tardan millones de
años para transmitir información relevante vía código genético.
¿Cómo
hemos llegado hasta aquí? Hace 4,4 millones de años el Ardipithecus ramidus sentó las bases del hombre moderno, se bajó de
los árboles y empezó a desarrollar una locomoción bípeda. Posteriormente los
diferentes Australopithecus se fueron
adaptando estructuralmente al bipedismo para terminar en los Homo (habilis, ergaster, erectus, antecesor, sapiens). El bipedismo
independizó las extremidades superiores para el uso de utensilios, liberó el
diafragma para permitir el lenguaje y facilitó el desarrollo del cerebro. El
gran tamaño del cerebro junto al estrecho canal del parto, como consecuencia en
ambos casos del bipedismo, cambió la forma natural y solitaria de dar a luz permitiendo el desarrollo del altruismo en
nuestros antecesores y con ello la civilización.
Resumiendo,
podríamos decir que la inteligencia y la tecnología desarrollada por el Homo sapiens sapiens que lo hacen el rey
de la creación se debe a una parte de su anatomía que no está en la cabeza, el
responsable es el hallux no lateral, mayormente conocido como el dedo gordo o grueso del pie que permite el bipedismo.
Como artículo científico: genial
ResponderEliminarPero encuentro que le falta un poco de ficción. Hecho de menos el final con toque "inquietante" que aparece en otros relatos
Ah...y...ufff...menos mal que el cerebro no se nos chafa al pasar por el canal estrecho del parto...!!! ( es broma)
O quizás si queda el cerebro afectado...si es que la inteligencia se encuentra en el dedo gordo no lateral...
ResponderEliminarFe de erratas: Echo de menos...No hecho
ResponderEliminarSorry...!!!