Rogelio es becario en el laboratorio estatal de
biotecnología situado en Elche; su tesis doctoral consiste en diseñar bio-bots con
la misión de colonizar otros planetas y adaptar el entorno para que, en un
futuro, cuando hayamos terminado con los recursos de La Tierra puedan acoger a
la humanidad.
La
premisa fundamental de los bio-bots es que sean capaces de generar los
residuos necesarios para llevar el planeta a las condiciones óptimas de
habitabilidad aprovechando las materias primas de su entorno. Además, deben de
ser autónomos y capaces de reproducirse para no tener que transportar millones
de individuos.
Después de muchos estudios se concluyó que, para
cumplir de la manera más sostenible con las tareas que se les encomienda, los
bio-bots debían ser bacterias con un ADN creado artificialmente y no robots
programados con Inteligencia Artificial. Rogelio, mediante un editor de
código ADN, diseñó las funciones básicas de la nueva bacteria sintética pasando
todas las pruebas previstas en el protocolo.
El destino elegido para el proyecto de terraformación (hacer habitable un
planeta) es nuestro vecino Marte. En la fecha prevista, un equipo de
científicos del que formaban parte Rogelio y su director de tesis, se embarcó
en un viaje espacial para, entre otros experimentos, iniciar el sembrado de las
bacterias sintéticas sobre la superficie del planeta rojo.
Transcurridos tres meses de su llegada a la estación de
Marte, un grupo de exploradores comunica un hallazgo sorprendente. Al día
siguiente, el director de la tesis convoca a Rogelio a su despacho para
analizar la información aportada del
exterior; ha seleccionado unas fotos sacadas en el interior de una cueva que inicialmente
estaba cubierta de hielo, en ellas se ve claramente, a los ojos expertos de
Rogelio, un aparato similar al que él utiliza en La Tierra para editar el ADN
de los bio-bots.